domingo, 16 de agosto de 2009

Viaje a lo impronto

La ruta imprime imágenes en el cerco de mis ojos.
Los campos hechos fuego, la sequía y la desverdad.
Tienen que desviarse nos dicen, el fuego ha alcanzado el cemento
Imagino un Nerón hijo de puta que ha salpicado su enojo en la tierra

En el viaje todo se entrevera. Los mates vienen vacíos cuando van llenos
Las músicas resuenan de fondo como en una película sordomuda
Los pueblitos se asoman como pidiendo permiso allá a lo lejos.

El incendio ha tomado la ruta, los campos. Los campos no sojeros
Y eso duele.
Pero el desvío no es ciego.
80 kilómetros de caminos de tierra, de serruchos en el piso que te hacen temblar la pera.
El sentido de la percepción se desvincula de la actitud ciudadana
Perros, caballos, tierra, ovejas se mezclan con la figura no errática del automóvil. Y eso duele.

Un cana, como de adorno en medio de la gente que hace volar barriletes, nos dice sigan derecho 26 kilómetros hasta que se comuniquen con la ruta 9. Y entonces pienso en lo irónico de la situación. Por una vez que el fuego nos intercepta, nos moja la oreja, nos saca de nuestra inmunda cotidianidad, nos despoja de costumbres, nos da para que tengamos y una voluntad de seguir el orden complejo de lo convencional nos grita en el oído. “No violen las reglas de lo impuesto por lo nacional ciudadano”

Siento asco. Pero pronto vuelve la calma cuando estamos llegando a un peaje que nos pide dos pesos con cincuenta que creo que sirve para proteger al conductor de los peligros que acechan en la ruta.

3 comentarios:

Poetas Intenteros dijo...

te tiembla la pera, te moja la oreja y te da asco? dale dos pesos cincuenta un pollo bien verde de consistencia pesada y dejale un ojo morado o este poema, a ver si comprenden que el fuego del campo somos nosotros tambien pero no somos sojeros!

Alejandro Arriaga dijo...

bien alli, bien porque hay otra voz, una voz que tubo que empezar a gritar porque tenia algo que decir, porque se estaba quemando.

Macha dijo...

Ja, muy bueno. Me hizo acordar a muchas catarsis cotidianas. Un abrazo!